Hermoso regalo de cumpleaños

Publicado por Níquel , viernes, 31 de diciembre de 2010 12:05


Flor azul, centro rosado


Desde hace días, me di cuenta que me encantaría hacer una flor azul con un gran centro rosado. Tal vez te preguntarás por qué, la respuesta es sencilla.

El azul en un algodón de azúcar representa la felicidad, y ahora para mi, el rosa en un algodón de azúcar significa el amor.

Amor y felicidad; eso es algo que cualquiera mata por tener. Pero alguien como tú, no necesita matar, sólo necesita vivir. Porque vives al día, vives tu día, con tu forma tan peculiar y única de ser.

Pero en fin, te decía que desde hace días tenía muchas ganas de hacer una flor azul con el centro rosado, porque del amor surgen todo tipo de sentimientos, pero el que siempre prevalece es la felicidad.

Felicidad de tener un nuevo día para enmendar los errores, felicidad para conocer el mundo de una manera distinta, felicidad de ver el sol pintado con las acuarelas del Señor, felicidad de saber que hay problemas a los cuales enfrentarnos, felicidad de sentir como las personas se revelan a cada paso, felicidad de tener la dicha de oler rica comida y lo mejor: degustarla.

Estos son solamente unos pequeños ejemplos de las felicidades que puedes tener cada día, sin embargo el no tener amor, jamás veríamos esos detalles como felicidad.

Es por eso que quiero una flor azul con un centro rosado, para que siempre sea el amor el centro, y la felicidad siga con ella, porque qué hermoso aroma a de tener una flor así.

Entonces cada día, me despertaba y pensaba, cómo podría hacer una flor así, podría pintarla, dibujarla, o pedirle a alguien que sabe de photoshop que la hiciera por mi; pero no. Sabía que tenía que hacerla de una manera mucho más especial, porque esta flor tendría una dueña muy especial. Así que, decidí hacerla de algodón de azúcar, porque así tendría un olor dulzón que te podría regalar una sonrisa.

Porque eso es todo lo que deseo para ti, una sonrisa, felicidad, y cómo diría Walter Mercado, mucho pero mucho: AMOR.

Los problemas se vuelven nada con amor, las lágrimas de tristeza se convierten en felicidad, una cara larga y huraña se convierte en una preciosa sonrisa.

Eso deseo para ti, para la mujer fuerte, para la mujer que es libre, para la mujer que enseña con sus ojos, para la mujer que acaricia con palabras, para la mujer que en silencio puede hablar hasta los confines de la tierra. Eso deseo para esa mujer, que me ha hecho muy feliz, que me ha enseñado que debo ser.

Porque tú eres, a tu manera tan risitas, tan ojitos, tan musical, tan largo con movimiento, tan poeta, tan oradora, tan tú. Simplemente.

Felicidades en este día, felicidades ayer, y felicidades mañana.

Porque te quiero, porque te amo, porque eres una flor azul con un centro rosadito, porque Dios y yo siempre que platicamos, sonreímos y sabemos que hay alguien que me quiere, tan rarita, tan como soy y no soy. Y Dios y yo somos felices de tener una flor con olor dulzón.

Brisa, Etzilla te quiere.

23 años

Publicado por Níquel , martes, 14 de diciembre de 2010 15:37



23 años se dicen rápido, se viven rápido también. Aún me parecen tiempos tan cercanos, aquellos cuando vivía en la casa de la abuela entre pájaros y árboles de durazno por aquellos días en piel de niña, por eso mismo digo que es tan posible que un día me levante y diga, ¡por Dios tengo 80 años!
Estos 23 años han sido de ida y vuelta, de días muy luminosos y de noches muy largas, de gritos y de silencios. Han sido los mejores 23 años que he vivido, desde luego que han sido los únicos. Eso si, he reído mucho, de los demás, de mí misma, de las situaciones, reído de nervios, de dolor y de vergüenza. De alegría cualquiera se ríe.

I
He vivido en 8 casas distintas, unas muy grandes, otras muy pequeñas, algunas las recuerdo y otras las he olvidado. Una de las que he olvidado es dónde pasé los más hermosos momentos en compañía de mi papá: una casa que tenía un río muy cercano, dónde mi padre me sentaba a la orilla, sobre unas piedras blanquecinas y grisáceas, mientras el pescaba y me gritaba ¡uno más! Mientras aventaba el pez a la arena. Recuerdo el río muy grande, de agua muy verde y muy fría; es uno de los mejores recuerdos que tengo, tanto que años después cuando vi el mar, ni siquiera me arrancó un suspiro.
Estoy enamorada de los ríos, quiero aprender el oficio de ser río, recorrer el mundo y guardar sólo las memorias necesarias, las que no impidan el viaje. Nunca llevar equipaje, nunca estar demasiado deprisa que no pueda disfrutar de las flores o del cielo. Estar en calma para acariciar, para arrullar, para contar historias de pueblos milenarios, congelarme en invierno y dormir en las lagunas.

II
Particularmente este último año, ha sido muy hermoso, aprendí a cocinar hamburguesas de avena que saben delicioso, he visto las estrellas desde que salen hasta que se vuelven a ocultar, finalmente pude escribirle un poema a Dios, aprendí a hacer flores de papel y llené la pared con dibujos que cuentan una historia muy larga. He conocido a personas maravillosas. He vivido cosas maravillosas y otras que de primera impresión parecieron desgracias, pero de eso se compone la vida, de experiencias; así que fueron buenas no importa lo terrible que parecieran.
Es como si siempre hubiera estado viendo el techo de mi casa pensando que era lo más hermoso que podía mirar y un buen día se incendió la casa, se redujo todo a cenizas y naturalmente me dolió y me enojé por el fuego, pero días después tirada en el suelo, de cara al cielo, pude ver la luna como nunca jamás lo había hecho y supe que la casa debía quemarse, si no jamás me hubiera dado cuenta que existe algo más para mirar. La luna no tiene comparación con un techo de madera. Esas enseñanzas maravillosamente terribles fueron las de este año.

III
Tuve muchos maestros, el más grande fue el silencio, un maestro que no deja que se escriba sobre él, que no se le puede conocer más que teniéndole de frente y lo demás resulta increíble, inexplicable. Las personas con las que compartí los días de este año, también fueron mis maestros, algunos con plena conciencia de que me enseñaban algo, otros que lo desconocen.

IV
El hombre que me ha sorprendido por la delicadeza que guarda en sus pensamientos es Esteban, mi nena, nenita… Esteban. Es más que un jugador de americano, es mucho más que el pelón que cuenta chistes muy graciosos. Me ha exigido aquello que yo me quiero disculpar por comodidad y lo ha hecho con gran firmeza que me ha llevado a cambiar antiguos hábitos, me ha escuchado de madrugada y me ha dejado escucharlo. Me gustan sus abrazos, me gusta que me diga que me quiere.

V
Mi madre se llama Martha, como mi segundo nombre. Me llamo Martha por ella. Es una enfermera, que los últimos años le dio por ser maestra. Ella es la prueba de que las personas más duras en el fondo son las más sensibles, en mi agenda la guardo como Nuez, porque es dura sólo de apariencia, cuando logras romper la cáscara, queda ella. Mi madre tiene 43 años y tiene tres hijos, yo soy su hija mayor. Y durante estos 23 años me ha querido, me ha cuidado y ha sido una madre. Quien se pregunte de dónde salió mi fortaleza y la dureza de carácter, pues he de decir que viene de ella. Me enseñó a mantenerme siempre con el rostro levantado, a no arrodillarme delante de nadie y a nunca perder la cabeza. Esto último no lo aprendí bien.

VI
Paloma, siempre es y ha sido lo que ha querido ser. Quiso mantenerse callada y lo hizo bastante bien, quiso hablar y ahora lo hace excelentemente bien. Esta mujer contraste puro, que lo mismo puede llorar que reír, ha sido quien me ha enseñado el valor del silencio. Esos silencios que duelen, que calan, que desnudan, que hacen temblar. También me abrazó, me besó y me dijo que me ama. A ella la conozco desde hace ya varios años, pero sin duda durante este último fue cuando recibí de ella los mejores consejos, unas lágrimas en aquel parque que me hicieron sentir acompañada, me dijo que no podía evitar llorar cuando algo triste pasaba a alguien a quien quiere. De ella admiro el amor a su familia, el inagotable amor por toda su familia. Tiene una boca pequeñita, como de muñeca japonesa, pero su luz es tan enorme que da a kilómetros de distancia. Es mi heroína favorita del mundo, capaz de conquistar corazones con sólo mirarlos, y de amar, siempre amar.

VII
Néstor es un gran cocinero, le gustan las galletas con chispas de chocolate, él es mi hermano menor. Fueron muy pocos años los que fui más alta que él, desde los trece empezó a ser más alto que yo, hasta ahora que es un gigante para mi estatura. Es un hombre educado, serio, formal, es un buen hombre. Cuando era niño y no quería ir a la escuela se escondía en la casa de la abuela y nadie lo podía encontrar; él fue quien instaló la luz cuando llegó a la casa de la abuela, el que se encarga de mediar en las peleas de mis papás con mi otro hermano. Néstor es autodidacta: imaginó, hizo los planos y se los explicó al hombre que construyó la casa dónde ahora vive con mis padres… es autodidacta porque ha pasado mucho tiempo solo y la mayoría de las cosas que sabe, es porque el mismo las investigó y las aprendió. Este último año lo vi pocas veces, pocos días, pero cada uno de esos días me hizo reír. Lo extraño mucho, mucho.

VIII
A Víctor no lo conozco, ni sé mucho de él, pero es un gran tipo. Me hace reír con chistes que yo debí aprender en la universidad y él lo resume en una historia del Papa con un mexicano. Se siente el hombre más sabroso del universo, no lo es. Es un gran amigo, es capaz de golpear con tal de defender a quien quiere, aunque esto no esté en el esquema de lo correcto, pero entra en el terreno de la lealtad. Tal vez no seremos amigos nunca, pero él ya ha alegrado mi año 23, me ha enseñado sobre la honestidad y la verdad, y me ha hecho reír mucho. A pesar de su estatura, y de la rudeza que expresa, a mi me parece muy tierno.

IX
A mi papá lo he visto trabajar en muchas cosas: carpintero, mecánico, campesino, pintor, jardinero, pescador, albañil, maestro, cuentacuentos, músico. Hemos viajado muchas veces juntos y solamente lo he visto llorar de tristeza una sola vez. Es un hombre muy soñador, capaz de dar su tiempo y su dinero por las causas que considera buenas; mi infancia él la llenó de música que hacía brotar del violín, de la guitarra, de la mandolina, del acordeón y de la armónica. La primera biblioteca que leí fue la suya, mi primer libro salió de su máquina de escribir. Lo he visto muy poco este último año, pero su presencia siempre está conmigo; los cuentos que me contaba antes de dormir los recuerdo, aún los extraño.
Mi papá se empezó a quedar ciego, se dio cuenta cuando empezó a ver dos lunas de noche, si fuera sólo con la luna no sería malo, pero como debía manejar grandes distancias, el sol lo hacía parpadear, hasta que debía detenerse. Le gustan los árboles frutales, a su primera casa la rodeó de manzanos, duraznos y chabacanos y despreciaba la bugambilia y la madreselva que mi madre tanto cuidaba, decía que para qué las cuidaba si no servían de nada.

X
He tenido la oportunidad de aprender de mis hijos, más de lo que ellos aprenden de mí: Liz, Pony, Piñón. A ellos los amo con todo mi corazón, los meses que pasé a su lado, hicieron que me sorprendiera de lo rápido que se les quiere; Pony con su alegría, Liz con su ternura y Piñón con la paz que irradia. Acordarme de ellos, es poner una sonrisa en mi rostro, aunque haya perdido el oído izquierdo en la casa de Itzel. Los miércoles de la escuela del silencio, ha sido la oportunidad de verlos relacionarse con Dios y maravillarme por ello, ellos mismos tallaron su nombre en las células más profundas de mi corazón.
Mis pequeños prejuveniles son la prueba de que Dios tiene esperanza en los hombres y en los jóvenes. Me sorprende el amor que dan, puro y sincero. Disfruto tanto cuando me dicen que me quieren, me sonríen y me abrazan, cuando se ríen de mí, porque no me gusta hablar y porque les digo que soy una tonta a quien Dios ama. Jamás he tenido ninguna duda que los amo, jamás he tenido ninguna duda que son mis maestros en el amor, pequeños maestros de verdad y de alegría.
Mi primera comunidad, los que hoy son “Santo Domingo de Guzmán” fueron los primeros en escuchar un tema de mí. El primer retiro que organicé, dónde me di cuenta que comen muchísimo, pero también mi esperanza de ver en ellos grandes cristianos, que hoy son ya los servidores de la comunidad. Me alegra ver que alguna vez Dios los puso bajo mi cuidado, es pensar en que me ama muchísimo, para dejar grandes tesoros en mis manos. Los recuerdo con gran amor a todos.
A Karencita, a mi hermano Johnny, a Mayte y a Selene los conocí en Oración, transitamos juntos por lugares que yo no conocía, juntos descubrimos lugares hermosos y difíciles de conquistar si no se hace con esfuerzo y perseverancia. Primera comunidad que coordiné yo solita. Encontré en ellos a las personas más semejantes a mí que he conocido, sedientas de la plática con Dios.

XI
Mis abuelos paternos son grandes personajes en mi vida. Ambos murieron hace ya varios años, pero mi abuelo Francisco sigue conmigo a todas partes, es un hombre muy sabio, gran armonista, todavía recuerdo las tardes lluviosas en las que no podíamos salir de la cocina y él tocaba la armónica hasta que yo me quedaba dormida. Mi abuelo tiene una escuela que lleva su nombre “Francisco Bustillos Jiménez”, es un honor ser su nieta.
Mi abuela María, era callada, sigilosa, iba y venía descalza sin que uno se diera cuenta, era una gran cocinera e hilandera, me tejió una cobija de lana, que aún guardo con gran aprecio en mi casa. Mi abuela María me acariciaba el cabello de niña y me veía a los ojos, yo veía las nubes y el cielo, en el negro de sus ojos. Los dos, siguen conmigo, a donde quiera que voy, me acompañan con el olor a pino y a tierra que emana de sus corazones.

XII
Una flor sigue siendo una flor, a pesar que se le encuentre entre los escombros, o en la orilla de un acantilado. Y así he encontrado a grandes personas que me han enseñado sobre letras y periodismo en un mundo tan difícil como éste, personas que con su luz han alegrado mis días de trabajo: Zuriel Olmos, mi Zuricata de los Olmos, a quien me di cuenta que extraño de sobremanera desde que se fue al DF, a Gaby que tanto quiero y que quisiera darle un abrazo de esos que dejan marcadas las manos en la espalda, a Marcela Bermeo y su fanatismo que comparto por la comida, a Tania Rodríguez por las incontables veces que comemos juntas y nos reímos de los periódicos, a Jesús López y la risa que me daba su acento chilango cuando llegó a Chihuahua, de Hiram y las pláticas larguísimas cuando estaba en Juárez, de “La Piedad” que siempre me recuerda a él, a Mr. Gregory Black el compañero de viajes eternos, de su amor por su esposa y sus hijas, el más grande que he conocido en los 23 años de mi vida. A Nabil y a Flora en quienes encontré mujeres hechas de poesía, a Patricia Mayorga siempre dispuesta a explicarme sobre los reportajes que no entiendo, mujer muy sabia y muy fácil de tratar, a Venessa a quien no conozco en absoluto pero se que es una gran ser humano, hace reír a cualquiera, incluyéndome a mí. A don Rodrigo, quien de la forma más extraña se convirtió en amigo, que me enseña de música, de leyes, de periodismo y además me dice doña. A Juan Carlos Caballero a quien dejé de ver a principio de año, pero aún me quedan sus enseñanzas sobre paciencia y calma, sabía de casi cualquier tema que le preguntara y me acuerdo que me decía burlonamente “Ay Brisa, cuando tu apenas vas con la leche, yo ya vengo rodando los quesos”. A Toto que hace muchísimo no veo, amable y honesto, que tiene un gran corazón y a Memo, quien ha dejado de estar en este mundo, pero vive para Dios y para quienes lo recordamos. Al señor Cruz que me alegra el día, cuando me dice que le gusta alguno de mis textos, que los corrije sin echarme en cara lo múltiples errores que cometo.

XIII
A mi otro hermano, le dio por las peleas de gallos. Está a punto de nacer su primer hijo, mi primer sobrino. De niño le gustaba descomponer sus juguetes, porque quería ver que tenían dentro, tiene unas pestañas muy grandes, tanto que mi abuela cuando era bebé creía que eran arañas que habían caído del techo y se las quería quitar. Una vez se enfermó y le dio fiebre, tenía como 5 años y decía que podía ver a su ángel de la guarda, pero le daba miedo y quería que se lo quitaran, porque lo seguía a todas partes.

XIV
Y la abuela, la casa de la abuela con quien viví los primeros años de mi vida, es doña Catalina, la mujer que me enseñó a hacer pan, que me llevaba al huerto, a quien le robaba las zanahorias y los rábanos, mujer conocedora de hierbas e infusiones que alivian cientos de enfermedades. Mi abuela la alfarera, que crea figuras de barro rojo y blanco, ollas que hacen que el agua esté siempre fría; mi abuela la costurera quien me hizo mi primer vestido amarillo y el único que he tenido en toda mi vida; mi abuela la jardinera que se ha empeñado en tener todas las flores que existen en el mundo.
Mi abuela la mujer que nunca se calla cuando se debe hablar, la que no le tiene miedo a caminar de noche en la oscuridad, la madre que corrige a sus hijos sin que le tiemble la voz, la consentidora de sus nietos. La que conoce a todos, la que fue capaz de esperar a mi abuelo Salvador que se fue por una larga temporada a pizcar algodón a Sonora y ella se quedo con todos sus hijos pequeños y se las ingenió para darles de comer. Mi abuela que tiene más ahijados de los que puede recordar, la que envasa duraznos y ha hecho del te de laurel la bebida oficial de la familia. Ella y su casa, son mi casa, al lugar dónde pienso cuando hablo de mi casa.
La casa de la abuela es grande, con tres patios perfectamente delineados por las flores y los árboles, los pájaros cantan al amanecer, al medio día y al anochecer. Cuando llega la primavera zumban las abejas y huele a flores.
Mi abuelo Salvador es un hombre de muy pocas palabras, pero ama a su Catita cada año un poco más. Es un hombre de campo que sabe cuándo es el tiempo preciso para sembrar el maíz o el frijol, que sabe cuándo va a llover y como curar a los caballos. Recorre las montañas silbando.

XV
A Vianney la conocía sólo de vista, había escuchado hablar de ella a muchas personas, pero yo la conocí los últimos años. Es una mujer honesta, de gran carácter, de gran fortaleza y fue mi maestra en oración. Me invita a desayunar los domingos a su casa y fue quien empezó a decirme Bri. Yo admiro a Vianney, es una mujer hermosa, de esas que quisieras tener siempre a tu lado, es una prueba de que los seres humanos pueden actuar correctamente, si importar que tan difícil sea o que tanto duela.

XVI
Enrique es mi hermano más trabajador, es medido en sus acciones, en sus palabras y desmesurado para amar. Es un hombre fuerte, preocupado por su familia, duerme poco y trabaja mucho. A su lado he podido pasar fortunas e infortunios en el tiempo que hemos trabajado juntos para Cristo. Es sin duda alguna, un hombre justo, que piensa en el efecto que las acciones tienen en los demás y mide las propias para no lastimar a nadie.
Defiende sus grandes amores con la fuerza de una centella, es muy difícil verlo enojar. Es un gran predicador, sus acciones diarias dan testimonio de Aquel a quien ama con todo su corazón.

XVII
Pamela es la mejor abogada que conozco, no porque sepa las leyes a la perfección o por su experiencia o alguna de esas características que se usan para determinar a un buen abogado. Ella es la mejor porque ve en las personas, personas, no gente a la que pude estafar, para llevarse una gran tajada. La recuerdo sentada sobre una banca afligida, por una jovencita que murió atropellada. Habrá quien diga que ser así es una desventaja siendo abogado, yo por el contrario me preocuparía si ella comenzara a ver números en lugar de personas. Así aprendí a mirar detrás de los ojos de las personas a quienes entrevisto, que no son fuentes de información, son personas.
Es ordenada en sus cosas, es amorosa, le fascina bailar y es como una vasija que se dejó moldear sin oponer resistencia. Aún la recuerdo cuando decía “pero es que… cómo me han invitado a trabajar en temática si apenas soy de pequeña comunidad”, una vez vencida su resistencia es ahora Karen Pamela, una mujer que puede llegar más lejos que Buzz Lightyear: dos veces más allá del infinito.

XVIII
Con Brenda aprendí de la misericordia que Dios tiene hacia los hombres. No importa cuánto le ofendan, cuánto le den la espalda, cuánta ingratitud exista, es más grande el amor, siempre es más grande el amor. Me gusta cuando me dice Lilo y me mira a los ojos, cuando me abraza y me dice te quiero mucho, me gusta que me sonría siempre. Es una fuente de amor impresionante, para todos aquellos que se acercan a beber de ella.
A Diana le gusta abrazar hasta casi asfixiar, me dice Balsa, que en realidad no tiene nada que ver con los balseritos de Cuba, sino más bien con mi incapacidad de escribir claramente. Ahora ha venido a auxiliarme, y yo estoy feliz por eso. Ella tiene todas las virtudes que a mi me faltan, por eso me alegro de que esté a mi lado.

XIX
Quien se dio cuenta de lo estúpida que era, fue Yareli. Una vez mientras íbamos por la deportiva rumbo a su casa, me dijo “un día me voy a reír de ti, de todo lo que dices” nunca se rió, aunque tenía todos los argumentos para hacerlo. Esta es una mujer inteligentísima, con unos ojos hermosos y un cabello tremendamente bonito.
Estoicamente aguantó todas las preguntas que le hice en catecumenado. Ella fue la puerta de lo que hoy vivo con Dios. Pero Yareli es mi amiga, una relación de amistad que se construyó a través de varios años, tanto que es a la única persona a la que le sonrío cuando me dice “serranita”. Han pasado años desde que no la he visto asiduamente, pero mi amor por ella sigue intacto. Lista para asistir a su boda, lista para escucharla cantar, para abrazarla, para reírme con ella.

XX
A Eugenia la conocí cuando cantaba todos los días y a mi me desesperaba eso. Decía como es que se dice “homeless” en español, es que vengo de USA y se me olvidó como es que se dice, yo la veía con cara de ¡que tipa tan payasa! Es muy floja, se la pasa viendo la televisión por horas o leyendo libros que jamás termina. Llora cuando está feliz, cuando está triste, cuando tiene hambre, cuando tiene sueño, siempre llora.
Sin embargo ha sido quien no me ha dejado sola en este año, si seguimos en la analogía de la casa quemada y el techo, ella equivale a la mujer que me saco de la casa en el incendio, yo me hubiera quedado viendo como es que se caen las tablas y como el fuego hace figuras mientras destruye. La vez que quebré todos los perfumes en casa, ella recogió los vidrios, la vez que quebré las botellas de vino, también recogió los vidrios. Cuando me ve llorar con ganas de hablar me pregunta, si no, no dice nada, sólo se queda a mi lado.
Yo no podría escribir cuántas cosas ha hecho por mi, porque algunas sólo pertenecen a la memoria del corazón, pero si puedo escribir que la amo, y que la voy a amar siempre; sin importar que tan lejos o que tan cerca esté. Que ha sido mi hermana en todas las aventuras que he vivido los últimos años, que he llegado a entenderle aunque ninguna palabra sea pronunciada.

XXI
A mis hermanos Beto y Lalo, que compartimos muchísimos viernes y fines de semana juntos. La preocupación de Lalo que de repente va a casa y compra agua; con su chistosa frase de “el frío está en tu mente” me hizo reír muchas veces. A Cristal que hace mucho que no veo, pero que guarda un lugar importante en mi corazón.
Abigail hermosa que me llevó al hospital cuando se me metió la polilla al oído y que aleteaba y aleteaba en el oído y que un doctor desalmado sacó a costa de hacerme llorar. Abigail va de aquí para allá, de allá para acá, tiene muchísimo trabajo, por lo cuál a veces es difícil verla, pero verla de nuevo es como si no hubieran pasado tantos días. Pastora que literalmente da la vida por sus ovejas.
Y su Meny, un hombre gigante, él único que sí me regresa los golpes. Tiene un gran corazón y me fascina cuando dice que su lugar favorito para hablar con Dios, es una banca del parque. Es de una plática tranquila y sus historias de infancia son muy amenas.

XXII
Una de las relaciones más extrañas es la que llevo con mi Padre, porque a la vista de aquellos que no lo saben, parece que nos odiamos, porque no nos abrazamos cada vez que nos vemos, a veces ni siquiera nos saludamos, ni nos miramos siquiera. Pero Ian ha sido mi padre con todas las letras, con todas las responsabilidades que ello conlleva.
Me descubrió un mundo extraordinario y fantástico: el mundo espiritual, del cuál me enamoré y hoy sigo navegando entre luces de distintos blancos.
Estos últimos tiempos me ha hecho mirarlo cuando no he querido mirarlo, cuando no quiero mirar a nadie. Cuando voy a empezar algo nuevo, e importante para mi, se lo cuento en unas cartas larguísimas, que contesta de acuerdo a su personalidad múltiple. A veces Ian, a veces Ian y otras tantas Ian.
No he encontrado a nadie que puede entender todas las cosas raras que pasan conmigo, más que a él. Extraordinariamente las entiende, no porque sean muy difíciles de entender, sino porque la mayoría de las veces cuando llego a contarle algo sobre mí, me responde: ya lo sabía.
También le conozco bastante, aunque él diga que no, que nadie más que Cristo lo conoce. Yo he visto su corazón. Una vez tuve una importante conversación con él de madrugada, se que me dijo cosas interesantes, pero Dios me borró la memoria, porque no me acuerdo de nada, es algo gracioso, aunque no extraño, yo olvido muchas cosas. Le he escrito muchas veces que lo amo, nunca se lo he dicho en persona. Espero que ese día llegue pronto.

XXIII
Finalmente tú mi Dios, el autor de mis 23 años. Has estado cada día, cada hora, cada segundo en mi vida, aunque yo no me diera cuenta. Has hecho latir mi corazón, me haz arrancado lágrimas y risas. Hemos vivido toda una historia juntos. Me has dejado pensar en ti cuando me levanto, cuando me caigo, aún cuando duermo, sigues junto a mí.
Me gusta pensar en ti como una niña que se recuesta sobre tu regazo y que puede mirar tus ojos y quedarse dormida así. Aunque tu luego me despiertas y me dices que no sea floja, que no hay tiempo para dormir. Gracias por cuidarme todos estos años, por conducirme en los momentos de oscuridad. Tú Dios eres constante, yo puedo dar vueltas, ir y venir, caerme y levantarme, pero tu permaneces firme. Eres eterno.
Me haces reír y llorar al mismo tiempo, tanto que las personas no saben si estoy triste o lloro de felicidad, pero es que tu tiempo no es el tiempo de los hombres, mientras tú hablas y dices miles de cosas, los hombres apenas podemos balbucear.
Has sido mi compañero de juegos, desde niña cuando en la cama me quedaba pensando en el siguiente día, pensaba en ti. Cuando no importaba si hacía mal a alguien, de ti era del que no me podía esconder. Eres el mejor hermano que tengo, el mejor padre que tengo, el mejor amigo. Gracias otra vez, por estar siempre conmigo. Gracias por haberme dado 23 años de vida, el sábado vamos por los 24 y todos los que quieras darme.
Gracias por todas las personas que he conocido, gracias por mi familia, por mis amigos. Gracias por los días lluviosos y los soleados. Gracias por la nieve y por el hielo, gracias por el calor. Gracias por la infancia que fue la gran forjadora de la poesía en mi vida. Gracias por 23 años de ser mi padre y yo tu hija.