El hombre que me enseñó a leer

Publicado por Níquel , miércoles, 21 de julio de 2010 13:48


Muchas situaciones muy diversas marcaron mi infancia. Que viene al caso contar un poco cómo fue y en dónde fue: la infancia que recuerdo, la viví en la casa de los abuelos, con doña Catalina y don Salvador; una casa rodeada de árboles: durazneros, manzanos, granadas, chabacanos, aguacates, naranjas, limones. Además de las flores que siempre mantenían la casa muy colorida.

Mi abuela cuidaba con esmero todas sus plantas, su jardín inmenso, de lunes a sábado se levantaba a las 6 de la mañana para traer agua del pozo, que dicho sea de paso, estaba muy lejos, y así poder regar los geranios, las clavellinas, los rosales, las dalias, la madreselva, la bugambilias, los lirios… (…) nunca me aprendí el nombre de todas las flores.

Una casa grandísima, con olor a tierra mojada y a madera, rodeada de árboles de muchos verdes distintos… de lejos solo se alcanzaba a ver una columna de humo que soltaba por las mañana la estufa de leña.

Y mi abuelo, un hombre de muy pocas palabras, muy bueno para contar, pero que nunca aprendió a leer. Mi abuelo siempre tuvo la sed por leer, más allá de ver los dibujos de los libros, quería entender.

Lo recuerdo tan bien, enseñándome a contar, porque siempre he sido muy mala para las cuentas, y el me explicaba con ejemplos claros, como no debía dejar que me hicieran tonta en la tienda… pero él nunca supo leer.

Nunca fue a la escuela. La muerte de su madre lo obligó a trabajar desde muy pequeño, anduvo en aserraderos, en minas, en el campo, hasta se aventuró a ir hasta Santa Rosalía, desde Guaymas en barco… mi abuelo un hombre de tierra y temeroso del mar.

Ahora quiero leer todos los libros del mundo para él.

Aunque desconocía la forma de las palabras escritas, las verbales las conocía todas. Aprendí de él, el amor a su Catita, su mujer de toda la vida, la que le cambió los días de tristeza, por días llenos de sol. Aquella que finalmente logró que construyera una casa y tuvieron hijos, muchos hijos.

Mi abuelo me llevó a la escuela de niña, recogía mi boleta de calificaciones y se entristecía cuando obtenía una mala nota… me decía que era tan triste no aprender a leer y todas esas cosas que enseñan en la escuela, cosas que él tuvo que aprender en los campos de algodón.

Él fue quien me enseñó el nombre y la posición de las estrellas, que jugando póker se puede perder la vida, que los hombres deben ser buenos, así tengan que llorar lágrimas de sangre. Que es más fácil ser un delincuente, que un hombre de bien.

Así fue la historia de cómo don Salvador García Márquez, me enseñó a leer. Es por eso que ahora leo, para contarle las historias a mi abuelo, todo aquello con lo que el soñó y no pudo leer.

tienes toda la razón... te extraño tanto por estos días

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