Oficio también mío

Publicado por Níquel , miércoles, 9 de junio de 2010 10:47



Hoy construí tu espacio en mi casa, empecé el oficio de pensarte en tiempo y en forma. En una esquina acomodé todos los libros de los que hemos hablado, los acomodé por estricto orden cronológico.


Del primer libro del que hablamos fue ¿Dónde se encuentra la sabiduría? de Harlod Bloom, mientras los dos nos empeñábamos en demostrar la estupidez del otro, una especie de juego cruel para descubrir si somos sabios. Todavía no lo probamos.


Mi libro tiene en la página 97 un marco azul que le dibujé. Es cuando Bloom habla de David un niño sabio y de cuánto lo amaba Yahvé. Yo siempre te digo que me pareces un niño… de personalidad madura y autónoma pero niño al fin y al cabo.


Está luego el poemario de Sabines, los cuáles amo tanto y tu dijiste que lees muy poco, que te gusta más la música.


Mansamente, insoportablemente, me dueles. Porque no podemos tocar los mismos libros, porque no puedo recitarte mis poemas al oído, tan solo te escribo los de Sabines. Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.


Sobre la mesita azul, mi lugar de pensarte hay 3 botellas de vino vacías, las cuáles bebí pensando en ti. Y las guardo porque cada una tiene un poema para ti que aún no escribo. Son un pergamino imaginario.


A Volpi me dijiste que lo despreciabas, y en realidad nunca pudimos hablar bien de No será la tierra, siempre estamos en desacuerdo cuando hablamos de rusos y de alemanes. Es inevitable. Esperarlo me proporciona más placer que festejar con otro. Si, te quiero esperar, hasta siempre. Nunca te he dicho que te quiero esperar, ahora te lo digo: te voy a esperar. Y releo como Oksana permanecía arrebatada por un coreano: lo imaginaba encima de ella, solo y triste, mudo, vetado por el placer.


Yo también te imagino en aquel primer día en que no te tengas que ir, que ya no digas nada.


Por sobre todos los libros está un libro rojo: “El oficio de pensarte” de Humberto Payán, quien pensaba en Rebeca por las mañanas, yo pienso en ti en las noches, cuando recuerdo cuántas veces me dijiste que me amas y que yo te respondí que también te amo, mientras conversamos sobre política o economía.


Te pienso de noche, te escribo poemas de noche.


También recuerdo que besas como si mordieras uvas.

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